El informe que el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente presentó en 2013 es tajante: el mercurio supone una amenaza global para la salud y el medio ambiente. A pesar de ser extremadamente tóxico, está presente en multitud de objetos cotidianos y en los más variados procesos industriales, además de emitirse a la atmósfera en grandes cantidades como consecuencia de la masiva combustión de carbón para obtener energía. La historia cómo este valioso pero nocivo elemento llegó a convertirse en un grave problema de salud pública comenzó hace miles de años.
Teofrasto de Ereso, discípulo y amigo de Aristóteles, escribió a finales del siglo IV a.C Sobre las piedras, el tratado más antiguo conocido sobre los minerales, su obtención y sus aplicaciones. En él aparece la siguiente frase: “El arte imita la naturaleza y crea sus propios productos peculiares, unos para ser usados, otros sólo para ser mostrados, y otros con ambos propósitos, como el mercurio”. Útil y bello. Estas dos características han hecho del mercurio un metal que desde la antigüedad ha fascinado no sólo a griegos y romanos, sino también a egipcios, árabes, chinos e hindúes.
El mercurio, también denominado hidrargirio (literalmente, plata líquida), es el único metal que es líquido a temperatura ambiente. Aparece en la naturaleza principalmente en forma de sulfuro de mercurio (HgS), mineral conocido con el nombre de cinabrio. Ya desde la antigüedad el cinabrio se molía para obtener un pigmento, el rojo bermellón, utilizado profusamente por artistas de todas las épocas –en pinturas prehistóricas, en los magníficos frescos de la Villa dei Misteri de Pompeya, en el manto de la Asunción que Tiziano pintó para la iglesia de Santa Maria dei Frari de Venecia o en el metal incandescente de La fragua de Vulcano de Velázquez– hasta que en el siglo XIX fue sustituido por el rojo de cadmio.
El mercurio ha sido utilizado a lo largo de la historia como talismán, medicina contra la sífilis, elixir de la vida eterna e incluso como ingrediente imprescindible –el azogue– para tratar de convertir otros metales en oro. También como ornamento y símbolo de poder, según cuentan las crónicas del geógrafo andalusí al-Zuhri al describir el Salón Rico del palacio de Medina Azahara:
El mercurio, también denominado hidrargirio (literalmente, plata líquida), es el único metal que es líquido a temperatura ambiente. Aparece en la naturaleza principalmente en forma de sulfuro de mercurio (HgS), mineral conocido con el nombre de cinabrio. Ya desde la antigüedad el cinabrio se molía para obtener un pigmento, el rojo bermellón, utilizado profusamente por artistas de todas las épocas –en pinturas prehistóricas, en los magníficos frescos de la Villa dei Misteri de Pompeya, en el manto de la Asunción que Tiziano pintó para la iglesia de Santa Maria dei Frari de Venecia o en el metal incandescente de La fragua de Vulcano de Velázquez– hasta que en el siglo XIX fue sustituido por el rojo de cadmio.
El mercurio ha sido utilizado a lo largo de la historia como talismán, medicina contra la sífilis, elixir de la vida eterna e incluso como ingrediente imprescindible –el azogue– para tratar de convertir otros metales en oro. También como ornamento y símbolo de poder, según cuentan las crónicas del geógrafo andalusí al-Zuhri al describir el Salón Rico del palacio de Medina Azahara:
“Su techumbre era de oro y grueso y puro cristal, lo mismo que sus muros; sus tejas eran de oro y plata. En el centro tenía un estanque lleno de mercurio (...). Cuando el soberano quería asustar a los presentes o recibía la visita de algún embajador, hacía un gesto a sus esclavos y estos removían el mercurio, con lo que el salón se llenaba de sobrecogedores fulgores semejantes al resplandor del rayo”.
Un milenio después de que el califa Abderramán III utilizase este metal para asombrar a sus súbditos y visitantes, el mercurio seguía siendo utilizado como instrumento de propaganda y alarde de poder económico. Así, en plena Guerra Civil, el gobierno de la República le encargó al norteamericano Alexander Calder una obra para decorar, junto al Guernica de Pablo Picasso, el Pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de París de 1937. La obra, Mercury Fountain (Fuente de mercurio), utilizaba más de 5.000 kilogramos de mercurio líquido en continuo movimiento como símbolo de la riqueza de las minas de Almadén, situadas en el bando republicano y codiciadas por los nacionalistas.
Durante siglos, las minas de cinabrio fueron explotadas como principal medio de obtención del mercurio. Su producción se disparó a partir de la Revolución Industrial, cuando se generalizó el uso del mercurio como materia prima para diversos procesos industriales. Sin embargo, hoy en día su extracción y exportación están prohibidas en prácticamente todos los países del mundo. Elixir milagroso, obra de arte, medicina... y finalmente proscrito, el prestigio del que gozó el mercurio a lo largo de milenios ha terminado bruscamente con una caída en picado que se desencadenó a mediados del siglo pasado.
Durante siglos, las minas de cinabrio fueron explotadas como principal medio de obtención del mercurio. Su producción se disparó a partir de la Revolución Industrial, cuando se generalizó el uso del mercurio como materia prima para diversos procesos industriales. Sin embargo, hoy en día su extracción y exportación están prohibidas en prácticamente todos los países del mundo. Elixir milagroso, obra de arte, medicina... y finalmente proscrito, el prestigio del que gozó el mercurio a lo largo de milenios ha terminado bruscamente con una caída en picado que se desencadenó a mediados del siglo pasado.
La enfermedad de Minamata
Las alarmas empezaban a sonar el 21 de abril de 1956, cuando una niña de la ciudad costera de Minamata, al sur de Japón, era ingresada en el hospital. Los graves síntomas que presentaba, provocados por causas desconocidas, eran insensibilidad en los miembros e incapacidad de hablar y de comer. Otros pacientes ingresaron poco después con síntomas neurológicos similares.
El 1 de mayo se reconoció oficialmente la enfermedad de Minamata, al tiempo que otros hospitales de la zona confirmaron la existencia de más pacientes con los mismos síntomas. Se comenzaron a investigar las causas de la que los lugareños llamaron “enfermedad rara”, que provocaba pérdida de sensibilidad en manos y pies, descoordinación de los movimientos, pérdida de campo visual, sordera, incapacidad para mantener el equilibrio, defectos en el habla y, en los casos más graves, delirio, parálisis, coma e incluso la muerte.
A principios de noviembre de ese mismo año, el comité de investigación informó de que la enfermedad no era infecciosa como se había sospechado en un primer momento, sino que se trataba de un caso de envenenamiento por metales pesados producido por la ingestión de pescado y marisco contaminados. Se barajaron varias hipótesis sobre el agente causante de la contaminación (manganeso, talio, selenio...), hasta que el 12 de noviembre de 1959 se confirmó que el principal factor causante de la enfermedad de Minamata era un compuesto orgánico de mercurio presente en el marisco y el pescado de la bahía de Minamata.
Los investigadores identificaron el metilmercurio como el compuesto causante de la dolencia, y se centraron en la planta de producción de acetaldehído que la compañía Chisso poseía en la localidad. La empresa negó desde el primer momento cualquier posible relación con la enfermedad.
En mayo de 1965, la Universidad de Niigata informó de que se habían encontrado otros casos de envenenamiento por mercurio orgánico en la desembocadura del río Agano. Las sospechas sobre la fuente de contaminación del nuevo brote, al que se llamó enfermedad de Niigata Minamata, cayeron sobre la fábrica Showa Denko, que utilizaba mercurio en un proceso químico similar al de Chisso.
Espoleado por este nuevo brote, el 26 de septiembre de 1968 –doce años después de que se declarase la enfermedad– el gobierno japonés presentó por fin un informe en el que confirmaba que la enfermedad de Minamata fue provocada por el envenenamiento causado por el consumo de pescado y marisco contaminados con compuestos de metilmercurio provenientes de la compañía Chisso de Minamata. Esta llevaba 36 años vertiendo libremente al mar el metilmercurio resultante de la síntesis del acetaldehído, proceso que utilizaba el mercurio como catalizador. Más de dos mil doscientas personas fueron finalmente reconocidas víctimas de la enfermedad.
Las alarmas empezaban a sonar el 21 de abril de 1956, cuando una niña de la ciudad costera de Minamata, al sur de Japón, era ingresada en el hospital. Los graves síntomas que presentaba, provocados por causas desconocidas, eran insensibilidad en los miembros e incapacidad de hablar y de comer. Otros pacientes ingresaron poco después con síntomas neurológicos similares.
El 1 de mayo se reconoció oficialmente la enfermedad de Minamata, al tiempo que otros hospitales de la zona confirmaron la existencia de más pacientes con los mismos síntomas. Se comenzaron a investigar las causas de la que los lugareños llamaron “enfermedad rara”, que provocaba pérdida de sensibilidad en manos y pies, descoordinación de los movimientos, pérdida de campo visual, sordera, incapacidad para mantener el equilibrio, defectos en el habla y, en los casos más graves, delirio, parálisis, coma e incluso la muerte.
A principios de noviembre de ese mismo año, el comité de investigación informó de que la enfermedad no era infecciosa como se había sospechado en un primer momento, sino que se trataba de un caso de envenenamiento por metales pesados producido por la ingestión de pescado y marisco contaminados. Se barajaron varias hipótesis sobre el agente causante de la contaminación (manganeso, talio, selenio...), hasta que el 12 de noviembre de 1959 se confirmó que el principal factor causante de la enfermedad de Minamata era un compuesto orgánico de mercurio presente en el marisco y el pescado de la bahía de Minamata.
Los investigadores identificaron el metilmercurio como el compuesto causante de la dolencia, y se centraron en la planta de producción de acetaldehído que la compañía Chisso poseía en la localidad. La empresa negó desde el primer momento cualquier posible relación con la enfermedad.
En mayo de 1965, la Universidad de Niigata informó de que se habían encontrado otros casos de envenenamiento por mercurio orgánico en la desembocadura del río Agano. Las sospechas sobre la fuente de contaminación del nuevo brote, al que se llamó enfermedad de Niigata Minamata, cayeron sobre la fábrica Showa Denko, que utilizaba mercurio en un proceso químico similar al de Chisso.
Espoleado por este nuevo brote, el 26 de septiembre de 1968 –doce años después de que se declarase la enfermedad– el gobierno japonés presentó por fin un informe en el que confirmaba que la enfermedad de Minamata fue provocada por el envenenamiento causado por el consumo de pescado y marisco contaminados con compuestos de metilmercurio provenientes de la compañía Chisso de Minamata. Esta llevaba 36 años vertiendo libremente al mar el metilmercurio resultante de la síntesis del acetaldehído, proceso que utilizaba el mercurio como catalizador. Más de dos mil doscientas personas fueron finalmente reconocidas víctimas de la enfermedad.
Problema de salud pública
Estos casos sirvieron para alertar a la comunidad internacional del riesgo que la exposición al metal supone para la salud. Según la Organización Mundial de la Salud, “la exposición al mercurio (incluso a pequeñas cantidades) puede causar graves problemas de salud, y es peligrosa para el desarrollo intrauterino y en las primeras etapas de vida”. Además, la OMS lo incluye en la lista de los diez productos químicos que plantean un importante problema para la salud pública, categoría que comparte con, por ejemplo, el amianto, el plomo o las dioxinas.
El mercurio afecta a los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel, los pulmones, los riñones y los ojos. Los efectos varían según la forma química en que se presente, ya sea como mercurio elemental o formando compuestos orgánicos o inorgánicos. Su toxicidad depende también de la dosis ingerida, la duración de la exposición, la vía de exposición (inhalación, ingestión o contacto cutáneo) o la edad de la persona expuesta, siendo los niños especialmente vulnerables a los efectos del mercurio.
La principal vía de exposición humana es el consumo de pescado y marisco contaminados con metilmercurio. Como sucede con el alcohol o la nicotina, este compuesto atraviesa con facilidad la barrera hematoencefálica, y pasa sin dificultad de los vasos sanguíneos al cerebro.
La exposición durante el embarazo es especialmente preocupante, ya que el metilmercurio presente en la sangre materna contaminada traspasa sin dificultad la placenta y se concentra en el feto. Sus efectos neurotóxicos son muy perjudiciales para el sistema nervioso en formación, ya que puede provocar alteraciones irreversibles en las aptitudes motoras o visuales del niño, en sus capacidades cognitivas, la memoria o el lenguaje.
Estos casos sirvieron para alertar a la comunidad internacional del riesgo que la exposición al metal supone para la salud. Según la Organización Mundial de la Salud, “la exposición al mercurio (incluso a pequeñas cantidades) puede causar graves problemas de salud, y es peligrosa para el desarrollo intrauterino y en las primeras etapas de vida”. Además, la OMS lo incluye en la lista de los diez productos químicos que plantean un importante problema para la salud pública, categoría que comparte con, por ejemplo, el amianto, el plomo o las dioxinas.
El mercurio afecta a los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel, los pulmones, los riñones y los ojos. Los efectos varían según la forma química en que se presente, ya sea como mercurio elemental o formando compuestos orgánicos o inorgánicos. Su toxicidad depende también de la dosis ingerida, la duración de la exposición, la vía de exposición (inhalación, ingestión o contacto cutáneo) o la edad de la persona expuesta, siendo los niños especialmente vulnerables a los efectos del mercurio.
La principal vía de exposición humana es el consumo de pescado y marisco contaminados con metilmercurio. Como sucede con el alcohol o la nicotina, este compuesto atraviesa con facilidad la barrera hematoencefálica, y pasa sin dificultad de los vasos sanguíneos al cerebro.
La exposición durante el embarazo es especialmente preocupante, ya que el metilmercurio presente en la sangre materna contaminada traspasa sin dificultad la placenta y se concentra en el feto. Sus efectos neurotóxicos son muy perjudiciales para el sistema nervioso en formación, ya que puede provocar alteraciones irreversibles en las aptitudes motoras o visuales del niño, en sus capacidades cognitivas, la memoria o el lenguaje.
Plateado, brillante... e indestructible
Sus efectos nocivos están claros pero, ¿de dónde procede este peligroso metal? El mercurio, de símbolo químico Hg, es un elemento presente de manera natural en la corteza terrestre. No es habitual encontrarlo en su forma pura –llamado mercurio elemental o metálico– sino que normalmente se enlaza a otros elementos para formar compuestos orgánicos o inorgánicos.
El mercurio elemental es un metal plateado y brillante. A temperatura ambiente es un líquido que se evapora con mucha facilidad, provocando vapores de mercurio que son incoloros e inodoros. Entre las sales inorgánicas de mercurio presentes de manera natural en el medio ambiente la más común es el sulfuro de mercurio (HgS) o cinabrio. Aunque el cinabrio es la principal mena del mercurio, también lo podemos encontrar, en menor proporción, en depósitos de otros metales como el plomo o el cinc y como impureza en la piedra caliza o el carbón. De los compuestos orgánicos del mercurio, en los que se combina con el carbono, el más conocido es el metilmercurio (CH3Hg+).
Por tratarse de un elemento químico, el mercurio no puede eliminarse o descomponerse en sustancias más sencillas. Por tanto, una vez separado de los minerales o depósitos que lo contienen y emitido a la biosfera, puede circular libremente entre la superficie de la tierra, el agua y la atmósfera.
Presente en la vida diaria
Diariamente nos tropezamos con un sin fin de productos que contienen mercurio: pilas, interruptores, bombillas, termostatos, empastes dentales, cosméticos, productos farmacéuticos... La extracción artesanal de oro, la producción de PVC a partir de carbón o la industria cloroalcalina utilizan también este metal en la cadena de producción.
Como consecuencia, la manufactura y el uso de artículos que contienen mercurio o que lo utilizan en su fabricación son una fuente directa de exposición humana al mercurio en los hogares y en el ambiente laboral. Además, los desechos de estos productos, así como su incineración y posibles derrames y filtraciones, constituyen también una importante fuente de liberación del metal a la atmósfera, al agua y a los suelos.
Pero la principal causa de emisión de mercurio a la atmósfera es el uso de combustibles fósiles como fuente de energía, ya que el carbón contiene impurezas de mercurio que se liberan al quemarlo en las centrales termoeléctricas para obtener energía.
La forma de mercurio que más afecta a los seres humanos es el metilmercurio. Una vez ingerido, el 95% es absorbido por el organismo. Actualmente no se conocen fuentes antropógenas (es decir, generadas por el hombre) directas de metilmercurio (los de Minamata y Niigata fueron los últimos casos documentados). Entonces, ¿cómo llega este nocivo compuesto hasta nuestro organismo?
Niveles hasta en el Ártico
El mercurio inorgánico emitido al medio ambiente se suele depositar en el agua y el suelo cercanos a las fuentes de emisión. Sin embargo, el vapor de mercurio elemental tiene una gran movilidad y se transporta por la atmósfera a escala mundial; de hecho, se han registrado elevados niveles de mercurio incluso en el Ártico, muy lejos de cualquier fuente de emisión importante.
Una vez emitido, ciertos procesos naturales y microorganismos pueden hacer que el mercurio pase de una forma química a otra. En concreto, ciertas bacterias son las responsables de la formación del metilmercurio a partir de otras formas de mercurio inorgánico presente en el suelo o en el agua.
Convertido en su forma más tóxica por la acción del metabolismo bacteriano, el metilmercurio se acumula y asciende por la cadena alimentaria –especialmente la acuática– con gran efectividad. Los peces absorben del agua el metilmercurio y lo bioacumulan, es decir, no lo eliminan sino que lo almacenan en sus tejidos.
Los peces más jóvenes y más pequeños son los que presentan las concentraciones más bajas, pero conforme se asciende en la cadena trófica la concentración de mercurio puede llegar a aumentar varias veces, ya que los animales lo acumulan más rápido de lo que pueden excretarlo. Esta biomagnificación hace que los peces depredadores más grandes (como el lucio, la barracuda o el pez espada) y los mamíferos marinos (focas y ballenas dentadas) sean los que contienen las concentraciones más elevadas de metilmercurio.
Es importante señalar que el consumo moderado de pescado con niveles bajos de mercurio no llega a ocasionar exposiciones de consideración en el ser humano. Sin embargo, la población cuya dieta se basa en grandes cantidades de pescado o en mamíferos marinos contaminados está muy expuesta al mercurio y es por tanto la que se encuentra en riesgo.
Diariamente nos tropezamos con un sin fin de productos que contienen mercurio: pilas, interruptores, bombillas, termostatos, empastes dentales, cosméticos, productos farmacéuticos... La extracción artesanal de oro, la producción de PVC a partir de carbón o la industria cloroalcalina utilizan también este metal en la cadena de producción.
Como consecuencia, la manufactura y el uso de artículos que contienen mercurio o que lo utilizan en su fabricación son una fuente directa de exposición humana al mercurio en los hogares y en el ambiente laboral. Además, los desechos de estos productos, así como su incineración y posibles derrames y filtraciones, constituyen también una importante fuente de liberación del metal a la atmósfera, al agua y a los suelos.
Pero la principal causa de emisión de mercurio a la atmósfera es el uso de combustibles fósiles como fuente de energía, ya que el carbón contiene impurezas de mercurio que se liberan al quemarlo en las centrales termoeléctricas para obtener energía.
La forma de mercurio que más afecta a los seres humanos es el metilmercurio. Una vez ingerido, el 95% es absorbido por el organismo. Actualmente no se conocen fuentes antropógenas (es decir, generadas por el hombre) directas de metilmercurio (los de Minamata y Niigata fueron los últimos casos documentados). Entonces, ¿cómo llega este nocivo compuesto hasta nuestro organismo?
Niveles hasta en el Ártico
El mercurio inorgánico emitido al medio ambiente se suele depositar en el agua y el suelo cercanos a las fuentes de emisión. Sin embargo, el vapor de mercurio elemental tiene una gran movilidad y se transporta por la atmósfera a escala mundial; de hecho, se han registrado elevados niveles de mercurio incluso en el Ártico, muy lejos de cualquier fuente de emisión importante.
Una vez emitido, ciertos procesos naturales y microorganismos pueden hacer que el mercurio pase de una forma química a otra. En concreto, ciertas bacterias son las responsables de la formación del metilmercurio a partir de otras formas de mercurio inorgánico presente en el suelo o en el agua.
Convertido en su forma más tóxica por la acción del metabolismo bacteriano, el metilmercurio se acumula y asciende por la cadena alimentaria –especialmente la acuática– con gran efectividad. Los peces absorben del agua el metilmercurio y lo bioacumulan, es decir, no lo eliminan sino que lo almacenan en sus tejidos.
Los peces más jóvenes y más pequeños son los que presentan las concentraciones más bajas, pero conforme se asciende en la cadena trófica la concentración de mercurio puede llegar a aumentar varias veces, ya que los animales lo acumulan más rápido de lo que pueden excretarlo. Esta biomagnificación hace que los peces depredadores más grandes (como el lucio, la barracuda o el pez espada) y los mamíferos marinos (focas y ballenas dentadas) sean los que contienen las concentraciones más elevadas de metilmercurio.
Es importante señalar que el consumo moderado de pescado con niveles bajos de mercurio no llega a ocasionar exposiciones de consideración en el ser humano. Sin embargo, la población cuya dieta se basa en grandes cantidades de pescado o en mamíferos marinos contaminados está muy expuesta al mercurio y es por tanto la que se encuentra en riesgo.
El ciclo del mercurio: principales fuentes de emisión y modos de transporte.
Las emisiones a la atmósfera provienen de fuentes naturales y antropogénicas, así como de los suelos, las aguas superficiales y la vegetación donde el mercurio previamente depositado es emitido de nuevo al aire. © 'Global Mercury Assessment'. United Nations Environment Programme, 2013. (Traducción: Beatriz Padín)
Las emisiones a la atmósfera provienen de fuentes naturales y antropogénicas, así como de los suelos, las aguas superficiales y la vegetación donde el mercurio previamente depositado es emitido de nuevo al aire. © 'Global Mercury Assessment'. United Nations Environment Programme, 2013. (Traducción: Beatriz Padín)
‘Es el momento de actuar’
En lo que concierne al mercurio, la era industrial ha dejado a nuestro alrededor un peligroso legado: suelos y sedimentos industriales contaminados, emisiones atmosféricas, desechos de la minería, vertederos con residuos de mercurio... Porque hay que recordar que, una vez liberado, el mercurio permanece para siempre en el medio ambiente. Circula entre el aire, el agua, los suelos, los sedimentos y los seres vivos y puede viajar largas distancias, propagando sus efectos adversos por todo el mundo. Se acumula en los organismos y se concentra en las cadenas alimentarias, con los correspondientes efectos tóxicos para el ser humano.
Consciente del problema que representa, el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente presentó el informe ‘Es el momento de actuar’, donde presentó los datos de la Evaluación Mundial sobre el Mercurio 2013. En él se justifica la necesidad imperiosa de actuar contra este contaminante, y se proponen una serie de acciones para reducir las emisiones antropógenas de mercurio. Dirigidas a gobiernos, industrias, organizaciones y a los ciudadanos, estas acciones ponen especial énfasis en actuaciones sobre la propia fuente siempre que sea posible.
Como primer paso, se recomienda sustituir la extracción minera por la reutilización y el reciclado del mercurio ya disponible en el mercado. Se promueve también la transición a alternativas libres del metal en productos (termómetros, tensiómetros, amalgamas dentales) y procesos (especialmente en la industria cloroalcalina, en la producción de cloruro de vinilo y en la extracción artesanal del oro) o, en los casos en los que estas alternativas no sean viables, la reducción de la cantidad de mercurio presente en los productos.
Los procesos industriales que utilicen mercurio deben optimizarse y controlarse para evitar emisiones del metal (por ejemplo, filtrando eficazmente los gases de escape), y los desechos deben ser estabilizados y almacenados de manera medioambientalmente segura y efectiva.
Reducir el uso de energía y la utilización de fuentes de energía renovables es otra medida preventiva para disminuir las emisiones de mercurio a la atmósfera, debido a la gran cantidad de impurezas de mercurio que se liberan en la combustión de los combustibles fósiles, especialmente el carbón.
En cuanto a los ciudadanos, el primer paso consiste en conocer los mecanismos de emisión y transporte, así como los efectos nocivos sobre la salud, para ser conscientes de la necesidad de colaborar en la disminución de la presencia de este elemento en el medio ambiente, exigiendo si es necesario a las autoridades locales depósitos para la adecuada eliminación de estos residuos.
Estas medidas ayudarán sin duda a que en un futuro no muy lejano la reducción del uso del mercurio y su adecuado tratamiento se traduzcan en resultados apreciables para el medio ambiente y la salud.
Publicado en divulgaUNED.
Para saber más:
- "Global Mercury Assessment 2013". Informe del UNEP (United Nations Environmental Programme) que presenta las fuentes de emisión del mercurio y su transporte en el medio ambiente.
- "Evaluación mundial sobre el mercurio". Documento en castellano que contiene extractos del informe sobre el mercurio que la dependencia de Productos Químicos del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el medio ambiente) publicó en diciembre de 2002.
- "Minamata disease. Its History and Lessons". Exhaustivo informe publicado por la ciudad de Minamata que analiza la historia de la enfermedad, sus consecuencias humanas y económicas, las medidas adoptadas para regenerar la zona, etc.