¿Alguna vez se le había ocurrido pensar que todas esas colillas que ve tiradas por el suelo podrían llegar a convertirse en un material imprescindible en los coches eléctricos? Esta es la chocante posibilidad que abren unos investigadores de la Universidad Nacional de Seúl y que se ha presentado en la revista Nanotechnology.
El informe que el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente presentó en 2013 es tajante: el mercurio supone una amenaza global para la salud y el medio ambiente. A pesar de ser extremadamente tóxico, está presente en multitud de objetos cotidianos y en los más variados procesos industriales, además de emitirse a la atmósfera en grandes cantidades como consecuencia de la masiva combustión de carbón para obtener energía. La historia cómo este valioso pero nocivo elemento llegó a convertirse en un grave problema de salud pública comenzó hace miles de años. Originalmente, las zanahorias eran moradas, blancas o amarillas. No fue hasta el siglo XVI o XVII, en los Países Bajos, que se creó la variedad naranja que hoy conocemos. Las zanahorias a las que estamos habituados contienen unos pigmentos, los carotenos, que son los responsables de su color. ¿Por qué?
Las zanahorias son un excelente alimento. Son ricas en vitaminas y minerales, y nos ayudan a mantener una dieta sana y equilibrada. Pero ¿por qué son de color naranja? Vamos a intentar arrojar algo de luz sobre este asunto.
Los gases nobles son una familia muy especial: apenas se relacionan con otros elementos de la tabla periódica para formar compuestos. Pero, como toda familia, también tienen su oveja negra. El radón es el único de los gases nobles que es radiactivo. Emana de las rocas y los suelos y se concentra en espacios cerrados y, una vez inhalado, produce daños irreversibles en los tejidos biológicos. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el radón supone, después del tabaco, el segundo factor desencadenante de cáncer de pulmón. El radón, un gas radiactivo que emana del subsuelo y que tiende a acumularse en las viviendas, es la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco en multitud de países, según la OMS. El Consejo de Seguridad Nacional y la UNED han elaborado el primer mapa que delimita las zonas con mayor riesgo de exposición a este gas en la península, lo que abre la puerta a la implementación de políticas de protección. El satélite Gaia tiene encomendada una tarea sin precedentes: analizar mil millones de estrellas en la Vía Láctea para crear el más completo mapa en tres dimensiones de nuestra galaxia. La misión, diseñada, construida y operada por la Agencia Espacial Europea (ESA), y en la que colabora la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), tiene como principal objetivo investigar la composición, el origen y la evolución de la Vía Láctea. En su viaje de cinco años Gaia no sólo analizará el uno por ciento de los objetos celestes de nuestra galaxia, sino que también descubrirá planetas alrededor de otras estrellas, cometas, asteroides, objetos helados, cuásares, supernovas o enanas marrones, y proporcionará nuevas pruebas de las teorías cosmológicas y de la relatividad general. Para lograrlo, utilizará herramientas muy sofisticadas en cuyo desarrollo han participado empresas y científicos españoles. La Organización Mundial de la Salud lleva años avisando: los casos de cáncer de piel provocados por la exposición al sol no han dejado de aumentar desde principios de los años setenta. Envejecimiento prematuro de la piel, quemaduras, cataratas o aumento del riesgo de sufrir enfermedades infecciosas son otras consecuencias que puede tener una exposición excesiva a la radiación ultravioleta. La radiación ultravioleta no se ve, y tampoco se siente. Sin embargo, puede causar enormes daños en el organismo. La historia de cómo una radiación que se origina a una distancia de millones de kilómetros puede tener efectos tan perjudiciales sobre la salud comienza en el interior del sol. La historia de unos hombres extraordinarios que, liberándose de mitos y dioses, apoyándose en los conocimientos de sus predecesores para adoptarlos o refutarlos, y ayudándose de la razón, la experimentación y las matemáticas como único medio de llegar al conocimiento verdadero de las leyes de la naturaleza, lograron desentrañar las reglas que rigen el inmenso mundo que se extiende sobre nuestras cabezas. 17 de octubre de 1969. Willard S. Boyle, director ejecutivo de la Sección de semiconductores de los laboratorios Bell (Nueva Jersey), y George E. Smith, jefe de departamento en dicha sección, se reúnen en la oficina del primero para tratar un asunto de capital importancia. Si no logran encontrar una alternativa que pueda competir con la por entonces prometedora tecnología de "memoria de burbuja" para el almacenamiento de datos, los fondos de su sección de semiconductores se transferirán a otros departamentos de la división de electrónica. Boyle y Smith se ponen manos a la obra y, en poco más de una hora, logran esbozar la estructura básica y los principios de funcionamiento del CCD (charge-coupled device o dispositivo de carga acoplada). Su invento nunca llegaría a ser comercializado como dispositivo de memoria, pero a cambio pasaría a la posteridad en otro terreno que sus creadores enseguida vieron evidente: el CCD marcó el inicio de la era digital en la fotografía. |
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